10 de ago. de 2008

Sobre las mujeres y los hombres

Ser sujetos seductores y amantes, además de emancipados y libres en un nuevo régimen de igualdades, no es una condición obvia o natural sino un paso que requiere elaboración en coherencia con las adquisiciones de las nuevas sensibilidades. Afirmar una cultura de los sexos con un nuevo ars amandi no puede ocultar antiguos restos pero puede ser importante abrir futuro sobre la base de los logros ya adquiridos.



Sobre algunos de esos restos señalaremos en este capítulo final algunos de estos logros que podrán consolidarse, si se mira más el futuro desde el marco del Hecho de los sexos. Por ejemplo, el nuevo ciclo ya abierto que va más allá de la monotemática hipótesis opresiva masculina. O la nueva idea de poder entre los sexos, frente a la anterior. Al menos estos indicadores marcan un horizonte distinto no sólo como empresa emocional conjunta sino como nuevo proyecto de amatoria razonable.



Pensar desde los sexos.Pensar desde el marco de los sexos equivale a priorizar éstos por encima de los miedos sobre lo que deben o no deben ser los hombres y mujeres según anteriores normativas machistas, es cierto, pero también -y esto puede que no parezca tan obvio- feministas. El machismo, en sus múltiples variedades, fue una excrecencia frente a la que el feminismo ha sido una necesidad. Pero convendría no instalarse o no convertir lo que son ciclos de paso en instalaciones permanentes. Ver el carácter histórico de los fenómenos ayuda a comprender el ritmo de estos cambios. Y que una misoginia no se compensa con una misoandria. Una gran parte del pensamiento feminista se ha abierto ya a nuevos pasos como lo han señalado algunas teóricas del mismo. "Ya no podemos continuar el plan de una emancipación definitiva de los hombres o de las mujeres como si pretendiéramos una resolución definitiva de los conflictos entre ambos -escribe Sylviane Agasinski- . En este sentido nosotras hemos abandonado ese feminismo de la liberación, si bien hemos podido salir de él porque hemos ganado en lo esencial, al menos en la civilización occidental, desde que las mujeres tomaron conciencia de que eran responsables de su destino y que tenían que decidirlo y cumplirlo". Desde fuera, Victoria Camps no ha dudado en invitar al feminismo incluso a "renunciar a su misma denominación de origen" .



Si las políticas de igualdad de oportunidades o de discriminación positiva han sido necesarias, y sin duda continuarán siéndolo, es necesario distinguir entre lo que son tales y lo que puede ser el mantenimiento de un proteccionismo de marginación a quienes ni lo son ni pueden seguir en la inercia de su instalación por más datos que queden aún pendientes. Sería un error considerar la marginación como un privilegio del que aprovecharse abusando del victimismo y la "cultura de la queja" para fomentar ambos y perpetuarlos.



Del mismo modo que es importante que haya núcleos cuya función testimonial permita no olvidar la memoria histórica y celebrar sus avances lo mismo que perviven células mantenedoras del fuego de la gratitud a propósito de grandes gestas sin las cuales no podríamos disfrutar hoy de sus consecuencias, también es importante que éstos no se conviertan en bloqueadores nostálgicos de la evolución.




La historia no puede detenerse como una foto fija ni siquiera aunque sigan quedando "capítulos pendientes", incluso aunque estos capítulos sean de hecho importantes. La historia sigue, y no necesariamente en línea recta. Haber dado, pues, el paso de la Cuestión de las mujeres a la Cuestión de los sexos, supone, si bien con retraso, un salto cualitativo que ofrece un nuevo reto no sólo para el beneficio de la causa de las mujeres sino, sobre todo, para el de los sexos y, por repercusión -si esto puede expresarse así-, mayor aún también para las mujeres.




Pensar desde el marco de los sexos, como corresponde al nuevo paradigma y a la Época Moderna, significa continuar la construcción de una historia de reciprocidades, muy distinta a la otra más pendiente de históricos lamentos. Si esta historia de reciprocidades no fue posible antes, hoy ya lo es.




El final de la hipótesis opresiva



La hipótesis represiva de Foucault, nacida, como se recordará, del obsesivo afán de explicar todos los males por la represión sexual, nos hace pensar por lo que se refiere a la Cuestión de las mujeres, en la que ha sido su homónima, la hipótesis opresiva y que, como aquélla, terminó por constituirse en un lugar común explicativo de todo.




Podríamos volver a las mismas palabras de Foucault y aplicarlas a esta situación de las mujeres para concluir que no se trata de negar la histórica opresión masculina. Se trata de dar un paso más y de analizar por qué se ha seguido tanto recurriendo a la opresión y con tanta insistencia, con tanto rencor y de forma tan monotemática y obsesiva."(Nos han reprimido tanto!" era la expresión que dio origen a la hipótesis represiva. "(Nos han oprimido tanto!" podría ser la homónima de la hipótesis opresiva.




Y lo mismo que salir de aquella lamentación repetitiva abrió nuevas vías de explicación y comprensión de los fenómenos, salir de ésta ha ofrecido ya también nuevos pasos en el conocimiento de otros hechos y su historia, así como nuevas vías de diálogo entre los sexos.




La hipótesis opresiva, como se recordará, se inició con el feminismo del final de la década de los años sesenta y el comienzo de los setenta del siglo XX -"la insurrección contra el patriarcado", recuérdese-. Desde entonces han pasado muchas cosas. Los Women Studies han ilustrado todas las miserias masculinas en la historia y en la actualidad. Se podrán decir más alto pero no más. También se podrá decir que hace falta recordarlas más y más, en más sitios, en titulares aún más grandes. Por si esto no fuera suficiente, los Men Studies, que han surgido tras los anteriores, ilustran con sus propios trazos las atrocidades enumeradas con su propia voz. Es la crítica y el descuartizamiento de ese hombre patriarcal. Es su pulverización. También puede añadirse que no es suficiente, que hace falta ir aún a más. A su aniquilamiento. Hasta igualar lo que fue hecho con el otro sexo.




Muy al principio de este ensayo habíamos opuesto el Psicoanálisis y la Sexología a través de sus dos máximos representantes: Freud y Ellis. Freud estuvo, decíamos, muy atento a la represión y sobre ella basó el edificio de su pensamiento. Ello ha permitido a Freud ser un autor imprescindible durante el siglo XX, si bien las críticas no han cesado. Ser el que más ha influido, se recordará, no quiere decir el que más ha aportado.




Es ya tiempo de cambios. Y estos cambios ya se han producido. Más acá de la obsesión victimaria y de la hipótesis opresiva se encuentra la tesis sexuante, como más acá de la historia recibida está la historia que se hace. Los grandes titulares siguen aún prolongando -y explotando- la hipótesis opresiva, pero la letra pequeña nos dice que la tesis sexuante ha ofrecido un gran avance en inteligibilidad y recursos.




Un último apunte sobre el poder




¿A qué poder nos referimos?. Dicho ya con toda claridad, al que parte del axioma de la vulnerabilidad tal como fue expuesto en su momento.




Muchos problemas sexuales, así llamados, y sobre los que la sensibilidad se ha hecho cada vez más viva, han podido verse creados o multiplicados, y sobre todo mantenidos, por una todavía persistente cultura del sexo y del locus genitalis, combinada con su paralela cultura del poder frente a un creciente y nuevo ars amandi.




Elijamos, por ejemplo, el caso de la impotencia sexual y de algunos de sus rasgos indicadores, tal como se dan en los encuentros: él se queja de no poder ereccionar y hace intentos y esfuerzos que son vanos. Ella, a su vez, se queja de no poder hacer nada puesto que lo considera "problema de él" con lo que termina por adoptar el papel de pasiva resignada, si sigue el estereotipo de modelos anteriores -recuérdese: poder masculino- o de rebeldía y subversión, según la misma noción si bien retroversiva.




El círculo se cierra. Las fórmulas emanadas de modelos anteriores según las cuales se trataba de buscar de quién era la culpa o la causa -de quién era el fallo de poder- siguen produciendo aún, si no resignaciones, sí huidas hacia adelante frente al no poder o no lograr poder resolver esas dificultades cada uno por su lado. Esto puede verse aún más claro cuando pensamos en otro de los grandes problemas, convertido en verdadero buque insignia y magnificado desde esa misma noción bajo la denominación de eyaculación precoz. También puede pensarse en otras dificultades más discretas o banales -menos espectaculares- que hacen cada vez más inviable la vida de los amantes.




Del nuevo poder de los amantes




Situados ya en el nuevo paradigma lo que se observa es que esa autosuficiencia herida de uno de los sexos, todavía mantenida por anteriores modelos, se convierte en interdependencia vivida dentro del marco de los pactos y consensos como materia de proyectos compartibles. Los nuevos recursos, como los conceptos, están para servirse de ellos.




El hecho de seguir centrando la causa de esos problemas sexuales en el poder de uno u otro sexo por separado -en uno contra otro, toque a quien toque , según el turno o ciclo- y no en la interacción de ambos, muestra hasta qué punto se sigue aún viviendo de los restos y vestigios de esos modelos anteriores más o menos reciclados.




La autosuficiencia -o su nostalgia- es signo inequívoco de esa cultura de poder. La parte abatible parece hoy tocarle al hombre, es decir, al masculino, detentador fantasmatizado de ese poder. El otro sexo parece, simétricamente, ser vencedor contra el poder abatido. Cultura del poder, en suma, si bien a la inversa o vivida desde el otro lado que a su vez toma el poder, ese poder, el mismo poder.




En todos los llamados problemas sexuales se plantean hoy, bien a las claras, esas dos culturas en pugna; y en el proceso de sus resoluciones -por ejemplo en el curso de la Sex therapy- puede constatarse el cambio a la otra clave.




Llamar por su nombre a esta nueva clave sigue resultando difícil de entender precisamente por la confusión heredada de esa cultura del sexo emanada de la cultura del poder. Pero es preciso, una vez más, llamarla por su nombre y resaltarlo. Se trata, como ya quedó anotado, del reconocimiento "insight" de la mutua vulnerabilidad de los sexos como tales sexos. Su descubrimiento ha supuesto la entrada en una nueva mentalidad. Ha representado, como se recordará, un paso cualitativamente nuevo, en el marco del nuevo paradigma y en la línea de la más genuina aportación de las nociones -recuérdese- de interacción y sinergia.






Los procesos a través de los cuales se operativizan estos cambios resultan en ocasiones laboriosos pero los resultados son notorios. Han sido efectos del recurso a la Sex therapy como terapia de los sexos y no del sexo. Pero también, y esto es lo más innovador por ser de mayor repercusión, el efecto de una educación sexual como educación de los sexos en una nueva cultura de los sexos.




¿Nuevas reacciones?




Algunos sectores radicalizados continúan afirmando que de lo que se trata en definitiva es de la toma del poder o de la no cesión de sus parcelas. Hablando con la claridad que les caracteriza hacen el favor de la transparencia. Hablan de un poder identificado con el mundo masculino antiguo y siguen luchando para derribarlo y adueñarse de él.




Sin duda dejando de lado los tópicos o exageraciones anecdóticas, es preciso reconocer que se ha producido una escalada imparable de ataques para su derribo. Incluso que este derribo ya se ha producido.




Un indicador, por insistir en los mismos problemas sexuales, puede ser el descenso de presencia de la frigidez -hasta su mismo nombre se ha borrado- en el imaginario colectivo y, en su lugar, el ascenso de la impotencia y la eyaculación precoz que en otros tiempos fueron la misma cosa.




Nadie podrá discutir las bases objetivas de tales datos, nómbrense como se nombren en la terminología diagnóstica o estadística. El cambio del objeto de interés es la nueva representación del poder femenino frente a un hombre ya fragilizado y la correspondiente perplejidad ante la pregunta sobre qué hacer con dicho vuelco que necesariamente ha sucedido en clave de poder, es decir en la misma clave premoderna, o sea, anterior al planteamiento de los sexos. ¿Puede dar la impresión de novedad lo que no es sino expresión nueva de un arraigado contencioso viejo, resuelto por la misma vía antigua y previa a otros hechos nuevos?.




En su libro El nuevo sexo débil , Enrique Gil Calvo ha articulado una respuesta sintomática de esa vía por la parte masculina. Como sociólogo, atento a este fenómeno, ya había denunciado la situación nueva del otro sexo, hoy fuerte, en su otra obra La mujer cuarteada precisamente por su desgaste en esa -¿inútil?- lucha de poder. La gravedad de este último diagnóstico consiste en ofrecer un retrato perfecto de la nueva reacción de los hombres frente a los ataques de las mujeres, recurriendo a anteriores estrategias, también -"y siempre"- de poder.




El pronóstico no ha podido ser más claro: "Sólo hay algo que parece seguro -escribe- y es que la ambición masculina por cargar la suerte y apurar las jugadas seguirá prevaleciendo"(p. 201).El mérito de este autor, entre otros, podría cifrarse en articular y expresar esa declaración que un sector masculino ha mantenido en silencio por inercia o miedo mientras presenciaba cómo el poder del antiguo sexo débil ha ido creciendo hasta pasar de segundo sexo a primero y convertir el sexo fuerte antiguo en nuevo sexo débil.




¿Es una nueva declaración de guerra y lucha por la supervivencia ya que no por la supremacía?


¿Son restos o muestras de luchas sectoriales desconcertadas ante la perplejidad de nuevos pasos? La letra pequeña de la Sexología nos inclina por esta segunda alternativa.




El siglo de los sexos




La lucha entre los dos grandes colosos que han protagonizado los dos últimos siglos -el locus genitalis y el paradigma sexual- sigue y seguirá por mucho tiempo, si bien el mayor conocimiento de esa lucha, como sucede en toda guerra, es decir en toda situación sin alternativas, ayuda a decidir sobre de qué lado situarse.




Pero las cosas cambian cuando hay alternativas. No es, pues, ya exactamente la inabordable, por
eterna e interminable, guerra de los sexos. No es la guerra de los sexos de siempre y por naturaleza, sino la lucha definida y clara de un paradigma histórico contra otro paradigma histórico.




Y, en esa lucha, los sexos, los dos, uno y otro, están ya del lado del paradigma sexual. Se encuentran en esta orilla. El paso ya ha sido dado. Situados, pues, en esta orilla de la historia, la construcción de lo que se ha llamado una "empresa emocional conjunta" de los sexos puede dar la impresión de rechinar por todos los lados. Pero será necesario no mirar sólo a los grandes titulares sino también a la letra pequeña.




Si esa "empresa emocional conjunta", que constituyen ya los sexos, profundiza en su "proyecto de amatoria razonable" -recuérdese la fórmula-, la consolidación del nuevo paradigma seguirá ofreciendo más inteligibilidad y, por lo tanto, más riqueza de recursos.




El futuro cercano se jugará en la construcción de más reciprocidades que reelaboren las nuevas adquisiciones de las mujeres en relación con los hombres y viceversa. Si el siglo XX ha sido llamado el siglo de las mujeres, el XXI podrá ser, ya a todas luces, el siglo de los sexos.




Será importante no olvidar la inevitable prevención contra la ilusión de idílicos abrazos, así como los hechos que se encargan a diario de restar en esta suma. Tampoco se trata de jugar a la ingenuidad del optimismo/pesimismo. Se trata, una vez más, de no leer sólo los grandes titulares sino de estar también atentos a la letra pequeña.




Desde un pensamiento de los sexos muchas de las cosas calificadas todavía "contra las mujeres" no son sino antiguas o nuevas formas de ser "contra los sexos", por no decir al margen de ellos: que no han encontrado todavía la forma de situarse en el nuevo mapa de los sexos.




Una autora tan dura y realista como Françoise Héritier enuncia su diagnóstico antropológico sobre el progreso moderno en torno al Masculino/Femenino con un escéptico sí pero no que, ante la evidencia de los nuevos datos, no duda en cambiar por un reconocido no pero sí . En efecto, haber dado el paso y estar ya en esta orilla hará más fácil que las cosas impensables desde la otra resulten razonables y, por lo tanto, viables desde ésta.




Tomado de "Teoría de los sexos", cap-25, Revista Española de Sexología , nº 95-96, Madrid 1999.



contacto : info@beatrizamezua.com



http://www.sexologiaysociedad.com/_SUBWEBPROFESIONALES/sobre_las_mujeres_y_los_hombres.htm

Nenhum comentário: