11 de ago. de 2008

Discriminaciones de Género Masculinas.

Recientemente el Gobierno ha aprobado una serie de medidas especiales destinadas a llevar la igualdad al lenguaje empleado en los libros de texto, para educar a las nuevas generaciones con un sentido más equilibrado de la representación social de hombres y mujeres. Sin embargo, el Gobierno aun no potencia la igualdad semántica entre los dos sexos, al no solicitar la inclusión en el Diccionario de la Lengua de términos masculinistas que reconozcan y permitan expresar diferentes aspectos de la situación social que a los hombres nos toca vivir. Y es que, junto a elementos como el machismo, la misoginia o el androcentrismo, existen pruebas y casos más que suficientes para afirmar que sus equivalentes en un sentido claramente discriminatorio hacía lo masculino también están presentes en nuestra Sociedad. Por este motivo, es urgente admitir la gran importancia de términos como hembrismo, misandria o misoandria y femicentrismo mediante su inclusión en el Diccionario de la Lengua, dotándolos así de plena aceptación y significado. Esta medida, además de enriquecer el bagaje léxico de nuestro idioma, ayudaría a entender mejor la situación que los hombres experimentamos y permitiría expresar más clara y certeramente muchos de los diferentes aspectos de la invisibilizada discriminación de género masculina, contribuyendo de este modo a su erradicación, ya que la primera y más fundamental de todas las liberaciones es la de la palabra.

Por lo tanto y para apostar por un lenguaje igualitario, el Gobierno también deberá preocuparse, al menos cuando tenga un interés real en ser justo con los hombres y mujeres de este país, de solicitar a la Real Academia la definitiva formalización de estos neologismos, ayudando a tener una visión amplia, realista y no sesgada de la discriminación sexual, abierta a reconocer valientemente y sin arbitrariedades de ninguna clase el perjuicio qué ésta produce en ambos sexos. Lo contrario significaría no definir la totalidad de los casos de discriminación, potenciando el exclusivo avance según las pautas de la ideología preigualitaria feminista, claramente limitada en análisis, percepción, acciones o políticas a la erradicación de la problemática de género sufrida por las mujeres, favoreciendo así un exclusivo reconocimiento lingüístico de la discriminación femenina y una absoluta ignorancia e insensibilidad a la que sufrimos los hombres.

Qué el Gobierno desarrolle un lenguaje igualitario es muy positivo, y aquí se plantea una medida fundamental para que avance aun más en ese sentido. Pero que el Gobierno sólo busque la “igualdad” eufemística que el feminismo plantea, en el caso del lenguaje o cualquier otro, no es sino potenciar el actual sexismo políticamente correcto, representativo de los intereses de ciertos grupos de presión y claramente tendencioso a favor de uno de los dos sexos, ya que se está abandonando una vez más, en este como en otros muchos campos, la solución de las discriminaciones de género masculinas.

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